Jesús Contreras, ingeniera agrónoma y destacada dirigente del Movimiento Semillero de Misiones, nos acerca su mirada sobre cómo superar la coyuntura caracterizada por políticas (púbicas y privadas) que profundizan el daño ambiental, social y agrario. Propone poner énfasis en la familia agraria para superar la “cultura política fascista”, que tiene como rasgos distintivos el uso de agrotóxicos y transgénicos.
Jesús Contreras, ingeniera agrónoma y destacada dirigente del Movimiento Semillero de Misiones, nos acerca su mirada sobre cómo superar la coyuntura caracterizada por políticas (púbicas y privadas) que profundizan el daño ambiental, social y agrario. Propone poner énfasis en la familia agraria para superar la “cultura política fascista”, que tiene como rasgos distintivos el uso de agrotóxicos y transgénicos.
Te escuchamos decir “hay que priorizar la salud de la población por sobre las variables económicas”. ¿Cómo se aplica esto a Misiones? ¿Qué medida debería tomar por ejemplo el Gobierno de la provincia para hacer realidad esa premisa?
La salud no es solo ausencia de enfermedad. Es un estado de bienestar donde el cuerpo y la mente son indivisibles. Donde las relaciones con otros y otras (desde niños, jóvenes hasta adultos mayores) están en el marco del respeto, la reciprocidad, la solidaridad y la común unión con la naturaleza. Una sociedad sana es más productiva que aquélla que no lo es.
Las variables económicas se miden en un determinado momento del tiempo; por ejemplo: la riqueza, el stock de capital, la oferta monetaria, etcétera. Variable cuya cantidad se mide por unidad o periodo determinado de tiempo; por ejemplo, el ingreso, la inversión, el PBI, la inflación.
El gasto público es una variable económica. El gasto público es aquella erogación que realiza el Gobierno en hospitales, escuelas, infraestructura, seguridad, etc. Es necesario más gasto público, cuando una sociedad sufre mayores inconvenientes de salud. Cuando más enferma está la población, más gasto público se produce.
El ambiente entero está cada vez más contaminado y por lo tanto genera más enfermedades en la población, como canceres, disrupciones endócrinas, efectos teratogénicos, celiaquía, linfomas, etc.
Para mitigar esto, es necesario incrementar el gasto público. El aumento del gasto público aumenta el producto bruto interno. En este marco, el PBI significa crecimiento y no desarrollo. El PBI es el valor de todos los bienes y servicios finales producidos en un año en el país.
Vemos que las decisiones políticas van de la mano de incrementar la contaminación ambiental a través de fomentar el uso de agrotóxicos, impulsar las represas, no poner límites en la contaminación y acaparación de territorios por parte de las empresas celulósicas, impulsando la implantación compulsiva de transgénicas, etc, demostrando una supina irresponsabilidad social. Ello genera un alto porcentaje de éxodo rural, aumentando los cordones de villas miserias en las ciudades, 90% de nuestra población rural con efectos teratogénicos, abortos, cánceres, teratología congénitas, pobreza, desesperanzas. Una población cada vez más enferma.
Como dijo un productor “ya no nos morimos de muerte natural”. Esto es lo que genera el poder político con sus decisiones, priorizando las variables económicas, como solución a los problemas que ellos mismos generan y sus propuestas terminan siendo un parche circunstancial, con una población cada vez más enferma. Es la cultura del facilismo.
Es más fácil poner parches que implementar políticas de desarrollo a escala humana, con participación plena de la sociedad.
¿Qué concretamente podrían hacer los funcionarios para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos?
El desafío que debería tener el poder político -digo, funcionarios de turno-, es compatibilizar ese crecimiento inaceptable, con el bienestar ambiental, buscando estrategias en salud.
Desde los decisores políticos, por ejemplo, hacer cumplir las leyes que protegen a la población, tales como la Ley Provincial de Agrotóxicos (principalmente su Artículo 10), la ley contra las represas, apoyar en forma propositiva la Ley de Promoción a la Agroecología implementando la línea de pensamiento agroecológica en terreno, la Ley Provincial de Agricultura Familiar, ejercer un control agresivo a las empresas celulósicas para que no sigan contaminando, dejar de hacer la vista gorda y entregar tierras en forma ilegal a las mismas, que acaparan tierra sin que el Gobierno les ponga límites; implementar energías saludables, impulsar tecnologías apropiadas, entregar tierra a los agricultores para que Misiones tenga tierra con agricultores y agricultores con tierra, produciendo agroecológicamente.
Habría una verdadera distribución equitativa de los beneficios y del empleo, generando fuentes de trabajo genuinas. Estaríamos en el paradigma de un verdadero desarrollo.
“Los productores son científicos por excelencia e investigadores con experiencia con gran poder de observación”. ¿Cuándo, dónde, cómo ves esto?
El sistema nos hace creer que para hacer investigación necesitamos inexorablemente laboratorios, equipamiento, insumos, movilidad, mucha inversión y fundamentalmente, científicos con formación académica. Se crea un espacio elitista y totalmente aislado de la sociedad.
En la formación académica, no nos enseñan a observar, a tener espíritu crítico y a tener capacidad de discernir. Y, en mucho de los casos, muchas veces, tenemos que responder en función de la ideología del dueño de la cátedra. La investigación, es necesaria pero no excluyente. Esto es, que todos podemos investigar, siempre y cuando tengamos, además del conocimiento, capacidad de observación, espíritu crítico y capacidad de discernir.
En el caso particular de los productores, el sistema (profesionales, con formación académica, instituciones, funcionarios, medios masivos de difusión, etc.) los estigmatiza, los desprecia, les mienten y, en sus decisiones políticas, los excluye, no existen. Siempre apuestan al “progreso” que viene de la mano de las multinacionales o referentes de monopolios regionales.
Los productores/ras, con los/las que me tocó trabajar, tienen un profundo conocimiento de su ecosistema, su territorio, registran cuestiones climáticas y fluctuaciones del mercado, diferentes estrategias de producción para decidir qué y cómo producir. Conocen sus cultivos y cómo será el comportamiento de los mismos ante éstas situaciones. Y ésa forma de producir, que es conocimiento, tiene que ver precisamente con su gran capacidad de observación, la capacidad de discernir y su espíritu crítico. Desarrollan inteligencia. Un signo de inteligencia es la formación de organizaciones. Esto los hace resilientes, pueden cambiar estrategias tradicionales en un mismo cultivo, sin contaminar, además de resistir a los embates políticos. No únicamente pueden adaptarse positivamente a situaciones adversas, sino que también apuestan a salir fortalecidos de ellas.
Por ello considero que son investigadores por excelencia. Asi se desarrolla la investigación participativa, donde todas las estrategias de acción- reflexión y acción nuevamente, del conjunto, permite construir conocimiento y compartirlo entre todos. Pueden sacar a la luz la verdad y con ello, re-construir conocimiento. Tienen memoria, como las semillas.
¿Cuál es nuestro rol como técnicos, en esos espacios de poder (el de poder hacer)? Simplemente sumar nuestro conocimiento académico al de ellos, respetuosamente y seguir juntos, construyendo conocimiento adaptado al ecosistema. De ésta manera podemos discriminar la tecnología que nos llega, preguntándonos ¿para quién sirve la tecnología que nos ofrecen?. Si la tecnología no sirve a la gente, no pueden reproducirla y genera dependencia, es una mala tecnología. Se la rechaza, como se rechazan los transgénicos, los agrotoxicos, los biocombustibles a partir de los transgénicos, etc.
“La gente no sabe que sabe…”, dijiste en alguna oportunidad. Es muy fuerte esto. ¿Por qué crees que se da esta situación de ignorarnos a nosotros mismos?
En este marco de conocer su ecosistema, su territorio y cómo producir sus cultivos, se construye una red de relaciones sutil, invisible, que los fortalece y no se dan cuenta. Son los únicos que saben de su realidad y, con ello, cómo producir.
Lamentablemente, el sistema (profesionales- hay excepciones-, con formación académica, instituciones, funcionarios, medio masivos de difusión, etc.) con todo su poderío económico de ser dueños de todo, les hacen creer que no saben, que son inferiores y que cambiando la tecnología, en nombre del progreso, van a ser superiores y con ello, exitosos.
Así, el sistema genera una profunda colonización cultural que, como dice Vandana Shiva, no es otra cosa, que “racismo de lo peor”. Así, a todos, urbanos y rurales, nos transculturalizan. Nos crean falsas necesidades, nos hacen perder lo que somos, que somos pueblo con toda su propia sabiduría, su idiosincrasia, sus propios valores para una vida digna, en armonía con todo su entorno.
¿Cómo hace el sistema para hacerles¬/hacernos creer que no saben/ sabemos?
Se alía y corrompe los gobiernos de turno, copta universidades, desarrolla programas y genera estrategias legales y de financiación para que usemos su tecnología, sumando a los medios masivos de difusión. El objetivo es quitarnos la libertad a los productores y consumidores (que con su propaganda y nuestra falta de información, no sabemos lo que consumimos).
¿Qué debemos hacer?
Hay muchos investigadores (con y sin formación académica), que militan en la ciencia digna, con un profundo respeto al método científico y sin método científico (como lo manifiesta F. Capra), que sacan a la luz la verdad y la comparten. Tomar ésa información basados en la confianza, y aplicarla en terreno… y hablar -sin miedos que paralizan el diálogo-, hablar de lo que nos une, que queremos un país justo y libre.
¿Misiones es la provincia más contaminada del país por el uso de agrotóxicos en plantaciones de tabaco y monocultivo de exóticas? ¿En qué se evidencia esto?
Debo aclarar que no únicamente se usan los agrotóxicos en las plantaciones de tabaco y los monocultivos exóticos, sino que se usan en todo lo que es producción de alimentos, inclusive, en la tierna huerta. Y cuando hablamos de agrotóxicos también hablamos de transgénicas, porque generan el mismo daño, contaminando, intoxicando, matando, generando dependencia y exclusión.
Ahora, el poder político (digo, funcionarios de turno), de los diferentes gobiernos de la provincia, tuvo y tiene gran responsabilidad en esa contaminación, que además, es pobreza, desesperanza y miseria de las comunidades rurales. Lleva, inexorablemente, a la exclusión, al éxodo rural, a tener tierras sin campesinos y campesinos sin tierra.
Esto, es la peor evidencia del uso de agrotoxicos y transgénicas en la provincia de Misiones. Podemos hablar de porcentajes de muertes, deformaciones, discapacidades, etc., pero hablar de porcentajes, es como un dato más de las estadísticas, un dato frio, que no genera involucramiento, esto es, no darse cuenta que el otro existe, que hay alguien que sufre y sin solución.
Esos daños son irreversibles y nadie se hace cargo, ni los que decidieron el uso de agrotóxicos y transgénicas, ni los médicos, ni el que vende, ni la Cooperativa Tabacalera, ni las instituciones provinciales y nacionales que los impulsan y recomiendan.
La profunda dependencia que genera el uso de agrotóxicos y transgénicas en las familias y sus comunidades rurales, no únicamente los lleva a la gran injusticia de la pobreza, sino que, en contraposición, genera grandes dividendos a los que las recomiendan y a las empresas multinacionales.
Esto genera desigualdades y exclusión, y la desigualdad y la exclusión en la distribución de los beneficios para un pueblo, es propia de una cultura política fascista. Ahora, en este momento de la historia política y, ante la evidencia de que los agrotóxicos hacen daño, el mensaje viene disfrazado de “buenas prácticas agrícolas”, que no es otra cosa, que un mensaje encubierto, demagógico para que nada cambie.
Se hace más evidente el mensaje de siempre, que el que usa mal el veneno… tiene la culpa. En realidad, los verdaderos culpables de instalar en nuestro territorio, ésta mala tecnología, es el poder político que les da permiso a los culpables “intelectuales”, que son las empresas multinacionales.
Texto publicado en El Paranaense, 10 julio 2019.