Los resultados de la experiencia del emprendimiento Deja Vú arrojan productividad sostenida con rentabilidad aún en época de sequía, eficiencia en el uso de los recursos y menores costos de mantenimiento, limpieza y cosecha.
Las 120 hectáreas del yerbal que se desarrolla en equilibrio con el ambiente (en distintos lotes, asociados a más o menos monte), en la Reserva Deja Vú, en Natalio, Paraguay, donde se capacitaron técnicos del INYM y productores, junto a la Dirección Nacional de Agroecología, tienen un resultado económico similar al sistema convencional con un costo mucho menor.
Al comparar los sistemas de producción de la zona, se observó que el mantenimiento anual por hectárea equivale a 450 kilos de hoja verde en el yerbal agroecológico de 6 – 7 años de vida en Deja Vú, y de 3.500 kilos de hoja verde por hectárea por año en el yerbal convencional de 20 años de vida, cercano al lugar.
“Con producción aún en desarrollo, ya que se trata de una plantación joven, en el agroecológico tienen un margen bruto similar al yerbal convencional con una diferencia sustancial, ya que el yerbal convencional tiene una alta dependencia de insumos externos y un costo económico y financiero mayor”, observó la ingeniera Verónica Scalerandi, su gerente del Área Técnica del INYM.
Dicho de otro modo: “Deja Vú, con yerbales que recién están entrando en producción y que tienen un potencial productivo aún no desarrollado por su corta edad (6 años) y que puede duplicarse en pocos años, logra un margen bruto por hectárea mejor que el del yerbal convencional que hoy produce más de 15.000 Kilogramos por hectárea y tienen 20 años de edad”.
La superficie hoy ocupada con yerba ecológica estuvo destinada durante muchos años al cultivo de soja. Sus propietarios, Elizabet Carrera y Edgardo Scasserra, “llegan a la agroecología desde muchos lugares, pero como empresarios encontraron en este sistema un modelo que les permite generar producción de alta calidad, con precios diferenciados y con menores costos, tanto económicos como financieros, ya que no tienen que comprar con anticipación todos los insumos agroquímicos que se utilizan en un yerbal convencional, que están evaluados en dólares y que se recuperan recién con la cosecha. Todo esto redundó en un menor costo de producción”, indicó Scalerandi. Actualmente, “las plantas más productivas están en zona de monte y no tanto en los suelos donde había soja porque esos suelos aún están en proceso de recuperación; las parcelas en mejores condiciones de suelo y que ya están estabilizadas poseen rendimientos por encima de los 10.000 kg/ha/año”.
Edgardo Scasserra, con quien dialogamos, nos cuenta la experiencia:
¿Cómo se tomó la decisión de transformar un yerbal convencional en agroecológico? ¿Cómo se dio esa transición? ¿Cuáles fueron los primeros pasos que dieron?
La decisión parte de una actitud interior de encarar la cuestión con un enfoque de respeto hacia todos los seres que están en la tierra, que es uno de los valores más trascendentes. Entonces las acciones siempre son a favor del ciclo natural y al ser así, uno va siguiendo todo el hilo que va requiriendo esa evolución natural, y siempre las soluciones más eficaces son las más simples. Aplicando ese criterio empieza un camino que después va solo, uno va observando y va evolucionando cada acción. Siguiendo ese principio, se procede con acciones, en nuestro caso recuperando la fertilidad del suelo en forma natural.
Es absurdo pensar que donde hay un equilibrio de años y años, uno puede hacer algo mejor de lo que está ahí. Hay que aprovechar esa evolución natural, que tiene una fuerza impresionante y una armonía y estabilidad que no se logran ni en 100 años.
Empezamos sin saber qué era la agroecología, utilizando bastante mano de obra porque queríamos involucrar a la comunidad, herbicidas a veces (de manera selectiva) en lugares donde ya era mucho el trabajo que había que hacer, y plantando árboles de entrada. Y después limpiando lo que es la capuera, respetando el monte y plantando yerba adentro del monte.
Inicialmente, no era orgánico porque se usaban selectivamente algunos insumos químicos, y abonos de liberación lenta para lograr un yerbal que se implante lo más sólidamente posible, pero con productos poco agresivos con el ambiente.
¿Cuál es la superficie de yerba mate con manejo agroecológico?
Ahora estamos en 110 – 120 hectáreas de yerba mate que fuimos plantando, que van entrando año a año en producción. Las más antiguas tienen 7 años.
Arrancamos con las semillas, primero capacitándonos y después plantando.
Las primeras plantas fueron llevadas a campo en el 2014 y la primera cosecha fue en el 2020.
¿Nos puede hablar de gastos y la rentabilidad por hectárea?
La palabra rentabilidad es clave. Una cosa es productividad a cualquier costo y otra es rentabilidad con un costo mínimo. Nosotros apostamos a una estrategia de rentabilidad con mínimos costos, con independencia de insumos externos a través de un manejo de recuperación de la fertilidad natural del suelo, que eso ya genere un ciclo natural de productividad sin tener que meter abonos, y dando rendimientos que no son explosivos pero que en la brecha entre el ingreso y el costo, termina siendo igual o más rentable que un yerbal convencional donde hay que meter mucho dinero para obtener una próxima cosecha.
En nuestro caso solo invertimos en mano de obra, eso se trasluce después en una mejor situación económica de la comunidad y al no gastar en insumos importados, preferimos que todos nuestros ingresos se derramen en la comunidad y no en insumos externos.
De ese modo, tenemos una buena rentabilidad buscando una productividad normal, natural, y generando mano de obra en la cosecha, distribuyendo el ingreso en la comunidad.
En cifras, ¿de cuántos kilogramos de hoja verde por hectárea hablamos?
La relación es que a lo mejor en un yerbal convencional sacas el doble de hoja verde, más o menos, a veces menos, pero tenés de esos ingresos un gasto del 60 por ciento; en un yerbal agroecológico sacas la mitad de hoja verde y tenés un gasto del 10 por ciento. Entonces, si sacas proporciones, va a ser mucho más económico un yerbal con menos productividad que cuida el suelo y el ambiente y lo enriquece, a mínimo gasto, que un yerbal que esquilma el suelo y lo empobrece con un gasto enorme, por más que después nos pongamos a medir quién sacó más kilos.
¿Pero cuál es el promedio de producción de hoja que tienen actualmente?
El promedio es 5.000 mil kilos de hoja verde por hectárea año en toda la propiedad (teniendo en cuenta que hay lotes de yerba con monte, donde el suelo es rico en nutrientes, y yerba en suelos degradados donde había soja, en proceso de recuperación), y año tras año nos está dando entre un 10 y 20 por ciento más.
Estamos hablando de promedio en época de dos años de sequía, porque entramos en productividad hace tres años y justo nos tocó una sequía brutal, pero lo importante es que no murieron plantas y no cayó la producción, y que nos ha rendido, todos los años, un poquito más.
De cara al futuro, otro aspecto importante es la expectativa de vida productiva de un yerbal…
Si. Los yerbales manejados de esta forma tienen 80 o 100 años con una productividad que se mantiene o crece porque la “maquinaria” del suelo se va haciendo más eficiente. En cambio, la productividad de los yerbales convencionales, donde año a año se degrada el suelo, no suele extenderse más allá de los 30 años.
¿Cuál es el período de transición de un yerbal convencional a uno agroecológico?
Cada lote tiene un tiempo.
Hay que tener presente que en la transición se produce un estrés en las plantas, ya que venían recibiendo insumos químicos externos y al dejar de hacerlo, les van a faltar. Eso se revierte en dos o tres años que es cuando la planta reforma toda su estructura radicular para alimentarse de lo que el suelo naturalmente le da.
Hay yerbales que reaccionan antes, todo depende de la historia del suelo, de su conformación, estructura, pero más o menos ese es el esquema.
¿Qué mensaje le gustaría dejar a quienes se animen a yerbales agroecológicos?
Si tenés alineado el pensar, el sentir, el decir y el hacer, significa felicidad, salud, longevidad, un montón de cosas…
Hay que animarse. No hay que quejarse.
Hay que ver qué nos pasa, no buscar los problemas en los demás, y hay que buscar en uno su propio camino alternativo, de cómo mejorar su situación.
Y es mucho más fácil hacerlo en comunidad que solo.