El INYM promueve prácticas amigables con el ambiente, sin el uso de agrotóxicos, para una producción de calidad y sostenida en el tiempo

Con buenos resultados, el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) viene trabajando junto a productores en la recuperación del suelo, incorporación de árboles y cubiertas verdes implantadas y espontáneas, aumento de la biodiversidad, sistematización de suelo y caminos para la recuperación del agua, y técnicas de cosecha que mejoran la estructura de las plantas. Todo, orientado a disminuir los problemas sanitarios y, reducir el ataque de plagas, evitando el uso de herbicidas y garantizando una producción de calidad sostenida en el tiempo, con potencial para los mercados más exigentes del mundo.

“Con este sistema vamos hacia una producción de calidad libre de agrotóxicos y lo deseable es que se extienda a todos los cultivos, en consonancia con una provincia que milita la conservación de la Selva y el equilibrio ambiental como uno de sus objetivos centrales”, ponderó Ricardo Maciel, representante del Gobierno de Misiones en el INYM.

El trabajo se realiza a través del Servicio de Extensión Yerbatero del INYM mediante asistencia técnica, capacitación y facilidades para acceder a herramientas de trabajo, como motoguadañas, tijeras electrónicas y otras, y el seguimiento de las prácticas impulsadas, evaluando su evolución y resultados.

“Estamos absolutamente convencidos que ese es el camino: implementar técnicas amigables con el ambiente, no sólo porque nos garantiza una yerba de calidad, de excelencia, apta para ingresar a los mercados más exigentes, donde no admiten alimentos con sustancias tóxicas, sino también porque al hacerlo estamos cuidando otro de los bienes más preciados, que es el agua”, expresó Maciel.  “Esto último es sumamente importante si tenemos presente el mapa socio geográfico, es decir cómo están distribuidos nuestros productores, en parcelas pequeñas con serranías y arroyos que siguen su curso de una chacra a la otra y así hasta desembocar en los ríos. Entonces, si un agricultor usa agrotóxicos en su lugar, no hay dudas que ese veneno va a ir al agua que finalmente se extiende en toda esa zona”, explicó. “Es preciso profundizar este tema, y tener presente que es muy distinta la realidad de una familia que vive en una ciudad donde el agua potable está garantizada y la realidad de la familia agraria que se abastece del agua que llega desde otras chacras, con ese riesgo para la salud”, agregó.

El agua, enfatizó Maciel, “es central para el productor; sin agua no hay yerba, ni producción de alimentos u otro cultivo y, por lo tanto, tampoco arraigo”, y “por eso   remarcamos que la situación de Misiones, la provincia con más agricultura familiar del país es muy distinta a los latifundios productivos donde es intensivo el uso de glifosato”.

Pero, además, remarcó, los que defienden el uso de glifosato lo hacen poniendo el foco en lo económico y desde ese punto de vista, el daño a la salud es infinitamente más caro y, sore todo, la vida no tiene precio”.

En esa línea, vinculado con la yerba mate, el directivo informó que “el INYM viene trabajando junto al INTA Monte Carlo en una investigación que apunta a lograr el control de las plagas más extendidas del cultivo, que son el rulo y el taladro, sin el uso de agroquímicos”.

De esta manera, impulsando la restauración de las condiciones naturales de desarrollo del cultivo junto a los productores e invirtiendo en investigación, la Institución yerbatera “realiza un aporte esencial para posicionar a la yerba mate como un alimento sano, natural, genuino y de calidad que le permite acceder a los mercados más exigentes del mundo”, agregó Maciel, recordando uno de los lineamientos del Plan Estratégico y recalcado que “en la práctica queda demostrado que el sector productivo puede prescindir del uso del glifosato y otros agroquímicos,    ya que además a la larga trae más beneficios económicos”.

A la par, con la sistematización de suelos de cultivo y de caminos internos, cubiertas verdes, protección de vertientes y plantación de árboles en las chacras, enfatizó Maciel, “contribuimos a que en la zona productora se restauren los ciclos naturales del agua, aumenten los corredores biológicos y se genere resiliencia ante los eventos extremos que trae el cambio climático”.