En otro pasaje brillante, la ingeniera agrónoma Jesús del Valle Contreras (*) señala que el progreso, entendido desde la mercantilización de los bienes comunes, genera la gran injusticia de la pobreza, explotación y sobre explotación, con desocupación, éxodo, enfermedades, muerte y sin proyecciones a futuro, y propone “volver al futuro, al paradigma biocéntrico, donde el ser humano es parte y totalmente integrado a la naturaleza”:
Paranaense (P). Además de perder suelo por erosión hídrica y territorio en manos de corporaciones, ¿el proceso en el que está sumergido el sector agrario de Misiones también implica pérdida de conocimientos y prácticas culturales?
Jesús Contreras (JC). La diversidad biológica y la diversidad cultural están íntimamente relacionadas. El cambio del uso del suelo, la contaminación ambiental y genética, la devastación de los ecosistemas, el genocidio y el saqueo de los ejes estratégicos de la soberanía alimentaria, no únicamente provocan pérdida de los conocimientos ancestrales de los pueblos, sino que nos crean falsas necesidades y con ello, una transculturalización. Nos quitan el valor intrínseco de los bienes comunes. Nos cambian esos conocimientos ancestrales y con ello, nuestra profunda relación con la madre naturaleza, la que nos da vida con continuidad. Y lo hacen en nombre del progreso, un progreso que cada vez, está más atrasado, porque genera una falta de capacidad de discernir, una falta de capacidad de lucha, desinterés por conocer, comodidad, inacción. El progreso con sus malas tecnologías, entendido desde la mercantilización de los bienes comunes, genera la gran injusticia de la pobreza, explotación y sobre explotación, con desocupación, éxodo, enfermedades, muerte y sin proyecciones a futuro, amorosamente.
El progreso así conceptualizado, significa que está en el paradigma antropocéntrico donde concibe al ser humano en el centro de todo, que está por encima y fuera de la naturaleza y subordina a todo lo demás, ya sea, otros seres vivos, ecosistemas, etc., a sus necesidades y bienestar. Esto genera una conducta, inmediatista, simplificativa y contaminante.
Tenemos que volver al futuro, al paradigma biocéntrico, donde el ser humano es parte y totalmente integrado a la naturaleza, porque es naturaleza. Generando tecnologías que sirvan a todos, sin comprometer a la vida plena de las generaciones futuras y también generando ingresos igualmente rentables que nos permitan tener en cuenta al otro.
P. En pleno 2024, ¿es posible pensar en el agro sin el uso de la tecnología? ¿Cuándo una tecnología es “buena” para el agricultor?
La tecnología “buena”, existe. Existe en las prácticas tecnológicas que tiene la verdadera agricultura, la que no contamina. Esa tecnología la poseen los productores y comunidades indígenas con producción de alimentos sanos con la línea de pensamiento agroecológico. Esto es, tecnologías que mantienen un suelo vivo, tecnologías que mantienen las semillas nativas y criollas custodiadas durante siglos, tecnologías como las rotaciones, asociaciones y manejo de los cultivos en diversidad, tecnologías asociativas de conservación del agua, del monte, de los humedales, respetando la diversidad biológica y cultural, tecnologías apropiadas para los pequeños y medianos productores (para elaboración de alimentos balanceados, harina de maíz, almidón de mandioca, rapadura, melaza, etc. sembradoras, descascaradoras de maní, trapiches, alambiques y muchas otras). Son tecnologías de la alteridad, o sea, las que tienen en cuenta a otros. Tecnologías que sirven a todos y que la pueden reproducir todos, siempre. Construyen herramientas e insumos que no están en manos de las multinacionales, que no generan dependencia ni apremios “ilegales”. Son tecnologías que pertenecen al desarrollo a escala humana. Un desarrollo que considera solo aquellas tecnologías que sirven a la gente y al ecosistema donde ella este. Este desarrollo de evolución continua, con cambios profundos y dinámicos, exige un nuevo modo de interpretar la realidad. Estas tecnologías son las “buenas”. Así, el apoyo político (no partidario) del Estado debe ser incondicional.
Las tecnologías de las multinacionales (agrotóxicos, semillas transgénicas, nanotecnología, drones, maquinarias, etc.), generan contaminación, dependencia, descapitalización y en definitiva pobreza, vaciando las economías regionales: “malas” tecnologías.
Está en nosotros definir, en función de nuestra ética y moral, qué tecnología usamos, si la “buena” tecnología o la “mala” tecnología.
(*) continuidad de la entrevista publicada el día 27 de marzo de 2024.
Fotografía de Luis Almirón, tomada en la Reserva Agroecológica Doña Esperanza, de la Multiversidad Popular, El Soberbio, Misiones.